Nuestro clima, que se caracteriza por un largo y caluroso verano, tiene una especial que perjudica mucho a la vegetación. Esta característica no es otra que la extrema sequedad de los meses del estío. Esto hace que la vegetación tenga que sufrir en pleno verano una extrema escasez de agua que en los últimos años se ha dado en llamar estrés hídrico.
El árbol sufre de tal manera que se ve obligado a perder la gran mayoría de sus hojas para poder sobrevivir, como puede apreciarse en la fotografía. Estos árboles están ya amarilleando y perdiendo rápidamente sus hojas como si de pleno otoño se tratase: es una estrategia de supervivencia puesto que si no lo hacen así acabarán muriendo completamente secos.
Al reducir o perder del todo sus hojas consiguen que sus necesidades hídricas sean mínimas, lo que les permite sobrevivir hasta la próxima primavera. A pesar de ello muchos de estos árboles no conseguirán llegar vivos al otoño y consecuentemente se secarán para siempre.
En los últimos años se está observando una paulatina disminución de las precipitaciones junto a un aumento en la temperatura, más acusado en los meses de estilo, lo que hace que este panorama desolador sea cada vez más habitual el nuestros campos. El cambio climático que se está produciendo, con veranos cada vez más secos y calurosos, hará que estos árboles de hoja caduca queden relegados, en nuestra zona, sólo en sotos y riberas de los ríos que consigan llevar agua en pleno verano; es decir, prácticamente sólo de aquéllos en cuya cuenca corre algún cauce, alimentado generalmente por las depuradoras de las poblaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario